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viernes, 30 de octubre de 2015

MI NIÑA

Escritores Creativos Palacio Salvo
Gustavo Oxehufwud

Boletear al pasado, en eso andaba, cuando descubrí que poner los ojos de hoy en conserva y recuperar la mirada de ayer, era la más amistosa manera de acercarse.
Y así llegué hasta mi casa, mi antiguo hogar, en el que prácticamente nací, treinta y siete años atrás. No quise entrar enseguida, me detuve a meditar a la sombra del umbral.
Y ahí estabas: bonita, a la orilla de la escalera, casi en la entrada de mí cuarto. Nadie parecía querer tocarte, sombras  se acercaban pero, definitivamente siempre sola. Te escuche hablar en alguna noche o siesta, gracias a la humedad o al calor, o lo que produce el paso del tiempo. Me di cuenta ahí, que eras más que un objeto.
Fuiste la primera en el camino, deteriorada si pero solidaria. Así te enterraste en mí, me doy cuenta ahora, a la distancia, así, silenciosamente, con paciencia revolucionaria.
Un día te inmolaste con la mecha del tiempo, te explotó el brazo, el puente, las cuerdas, todo; y comprendí que me soltabas la mano, que ya estaba listo para otra.
La primera güitarra siempre se recuerda, sobre todo en los difíciles momentos del comienzo.

HABÍA UNA VEZ UNA MARIPOSA

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
María Cristina Bossio

Había una vez una mariposa, que se levantaba muy temprano todos los días. Se lavaba, se peinaba, se vestía, tomaba el desayuno y salía a recorrer el barrio, muy contenta, con vivir su vida a todo pulmón, a sus anchas, como diría alguien.
Además de volar por volar, le gustaba ver las casas y entrar en ellas. Había casas encantadoras, eran casas de puertas abiertas., allí se respiraba olores, sabores, y colores, eran casas con vida.

Se podía pasear en ellas. La mariposa se sentía cómoda.
En cambio, había otras casas, que para entrar ellas era necesario buscar una hendija, colarse por entre sus paredes. 
Una  era, en particular, cuadrada, todos sus muebles, colores, sabores y afectos estaban geométricamente dibujados en cuadrados perfectos. Todo allí, entraba en esa cuadrícula, es más la casa hacía gala, se sentía orgullosa, de que todos sus ángulos rectos eran perfectos. 
La mariposa tenía que volar por sobre las líneas rectas, sólo hasta el próximo ángulo y de allí hasta la otra línea, hasta el próximo ángulo, una encerrona de ángulos y líneas rectas que la agobiaban. A ella le gustaban las casas de líneas onduladas, qué bien se sentía en ellas!
Y sobre todo buscar un punto en la línea y que los demás puntos de la línea se reacomodaran para darle un lugar, porque eso sí, ella pensaba-está bien que yo busque un lugar en la línea, pero si las demás líneas no me dan un lugar, es imposible que yo tenga estabilidad. 
Lo malo de todo es que cuando no se da ese corrimiento natural, la mariposa tendía a robar un lugar y las demás líneas se enojaban mucho con ella. 

Así pasó en la casa de la cuadrícula, cuando ella quiso encontrar un lugar y no se lo dieron, la aplastaron un millón de cuadrados, perfectamente dibujados en negro, grandotes, orgullosos, mezquinos. Salió muy mal herida esa vez... y moraleja, no te metas en casas ajenas donde no se te brinda naturalmente un punto en el espacio, por más que tu luches por conseguirlo, es inútil, no eres bienvenida.




    

APROXIMACIÓN AL SONETO

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Agueda Gondolveu

OTOÑO
 
Alfombra que en brusca, crujiente danza
en forma de dorado remolino,
va rodando sin un claro destino
mientras el otoño bramando avanza.

La tierra dulces frutos nos alcanza
sabiendo que eso marca su camino,
lo mismo que la rueda del molino
que en el grano ofrece su bonanza.

El trigo que dorado resplandece,
al viento sacudiendo las espiga
siendo del campesino su sustento.

Ese que pronto al surco amanece
ignorando del cuerpo las fatigas
deja su cansancio cara al viento.





RAMO DE AMOR

 Como la gota de rocío, yo te amo,
que temblando resbala en tímida flor,
como un mensaje que te lleva calor,
anhelo reunido en fragante ramo.

Que él te lleve mi ardiente reclamo
más allá del asombro y del dolor,
que te brinde de mis labios el calor
y que lo sientas en los tuyos, clamo.

Amada ya el tiempo se nos acaba,
si sigues mi ruta habrás de decidir
a mi reciedumbre suma tu bondad.

Un día te dije lo que yo soñaba,
sé que en mi socorro podrás acudir
toma mi mano, calma mi ansiedad.


MENSAJE EN UNA BOTELLA

 Un mensaje para tí desde lejana tierra
que forma de mi América su dulce corazón
si vives en otros lares,te daré una razón
para que puedas gozar de lo que ella encierra.


Aquí no participarás de ninguna guerra,
para conocerla quizás vendrás de polizón,
en el alma sentirás una fuerte comezón
cuando veas al sol despuntando en alta sierra.

Este mensaje salió al mar en una botella
arrojado a ese río tan basto que nos acerca,
deseando que la encuentres he puesto mis esfuerzo.

Que despierte en tí como brillante estrella
de los que forman el cortejo de la luna
anímate, tu compañía anhelante espero.








    

martes, 27 de octubre de 2015

HISTORIAS REALES

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Al Mar

Fue en la limpieza de unos estantes que reparé en un objeto que tiempo atrás atesoré por recuerdos de la niñez. Posiblemente legado de generaciones. Casi olvidada e imperceptible acompaña a los libros en sus anaqueles. Es una medalla de metal de unos ocho centímetros de diámetro. Dos guerreros con armadura apoyados en sus lanzas custodian de cada lado, un escudo. Éste tiene en posición contraria tres leones sobre tres triángulos cuadriláteros. Sobre el escudo están los cascos de estas armaduras y sobre éstas un león en posición de ataque y un jabalí. Uno de los yelmos ostenta corona real. En el reverso, el agradecimiento del Marqués de Willingdon con fecha setiembre 1938.
La tomo tratando de recordar el porqué de la fascinación que sentía por ella. Contaba con unos cinco años. El recuerdo nítido era la importancia que el abuelo sentía de poseerla. Siempre brillante en un mueble al que solo accedían los mayores. La acompañaban copas talladas en colores; tacitas de té agrietadas; dos jarrones de gres y dos candelabros de plata que nunca fueron usados.
La vieja casona se comunicaba por los fondos con la casa paterna en una galería de faroles donde se apoyaban las parras donde año a año la chinchilla y la frutilla (todas variantes del buen vino tinto) presagiaban una buena cosecha engrosando los viejos tallos del parral. Éstos subían contorneándose hasta llegar a los tirantes de madera sostenidos por columnas de hierro en ángulo construidas en los talleres del ferrocarril.
Salían del casco viejo para juntarse unos cuarenta metros más adelante con el chalet en tres escalones que salvaban el desnivel de los terrenos. A la izquierda la quinta exhibía la variación de verdes cercados por el orégano donde surgían con altura dos ciruelos y un manzano. En los días de lluvia se sentía el perfume de la albahaca. El camino de hormigón tenía una suerte de canaletas que desagotaban el agua de lluvia, obra de ingeniería que libraba a la quinta de posibles inundaciones.
En días tórridos el agua del aljibe servía para regar los almácigos. El agua de lluvia corría por los caños del techo uniéndose en las esquinas de las paredes. Así bajaba al pozo de piedra que la recibía para llenar los baldes de hojalata cuando se giraba la cadena en la roldana. Del otro lado los galpones con barriles de roble; enormes damajuanas y la prensa que llegó luego de varias cosechas donde pisábamos las uvas con mis primas entre risas, para convertirlas en orujo.
Este objeto posiblemente permanezca aún en muchas casas de descendientes de viejos funcionarios del ferrocarril. Se sabe que este fue traído por los ingleses en la década de 1800, luego pasó al Estado.
En 1938 el Príncipe de Gales, en una época en que el Río de la Plata era una región fuertemente Británica en simpatías oficiales y con intereses empresariales importantes, llegó a nuestro País. El futuro Rey Eduardo VIII realizando una gira por Sudamérica. La política Británica solía manejar muy bien estas visitas oficiales en países donde tenía inversiones. Se alojó en el Palacio Taranco en la entonces Presidencia del Ing. José Serrato.
Fue en esa visita que entregó como obsequio la vieja medalla en recompensa a los funcionarios con más antigüedad. En una Europa conmocionada; Mussolini se nombraba Duce de Italia. En Alemania Hitler hacía estragos con los judíos, provocando en forma casi inminente la Segunda Guerra Mundial, España sufría los fragores de un aguerra civil, impulsada por Franco. El totalitarismo de Stalin hacía lo suyo en la Unión Soviética.
En ese momento una historia de amor emocionó a los románticos del mundo. El monarca Eduardo VIII abdicó en diciembre de 1936 a favor de su hermano menor y cómplice Jorge VI por el amor a una plebeya divorciada llamada Wallis Simpson.
En mayo de 1937 se transformó en Rey en la Catedral anglicana de Canterbury el padre de la actual Reina Isabel II y la Princesa Margarita, hermana menor de un Rey que dejó de lado una nación prácticamente al borde de la guerra.
Este monarca murió joven dejando el trono a su esposa que reinó por muchos años como la Reina Madre. Nunca perdonó a Wallis a quien culpaba de la temprana muerte de su esposo por crearle una responsabilidad tan difícil de sobrellevar por los hechos que se avecinaban, ignorando por así decirlo, lo hermanados que eran, desde la infancia, los dos príncipes.
En una audición radial Eduardo anunció que le resultaba imposible cargar con el pesado fardo de los deberes de un Rey sin el apoyo y la ayuda de la mujer que amaba a pesar del gran amor que sentía por su Inglaterra.
Pasó a la historia como el hombre que prefirió el amor de una mujer al de la corona. Se casaron en junio de 1937. Le fue concedido el título de Duque de Windsor. Recién treinta años después pudo volver solo a su país y visitar a sus nobles parientes en Londres.
Se establecieron en mayor parte en París, viviendo también en Nassau, capital de las Bahamas en el caribe. Wallis dedicó su vida a él.
Hay objetos que nos pertenecen que tienen detrás una historia que involucra mucho más de lo que imaginamos.


domingo, 25 de octubre de 2015

APROXIMACIÓN AL HAIKU

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Susana Maly
Oscuro cuenco                                                                   
luciérnagas quietas                                                         
en noche invernal.                                                             

En cada árbol
con cantos de pájaros
un nuevo amanecer

El ocre teje                                                                           
alfombras de otoño                                                             
sobre el  campo.                                                                    
                    
Un brote creció
en el árbol caído
la vida surgió
                                                                           
Una lágrima                                                                           
va  dejando su huella                                                          
de felicidad.     
                                                                     
Gotas de lluvia
decoran mi ventana
dibujan paisajes

Caen  los pétalos                                                                     
perfume evaporado                                                                
recuerdos en color.                                                                

El fuerte viento
estalló en el mar azul
mil olas formó

Diez deditos  
ternura infinita
manos de niño.                                                                        

Susurros y color 
perfumes agitados
el ave voló

APROXIMACIÓN AL HAIKU

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Ma. Teresa Escandell

Es primavera
no lo dudes
mira las flores

Un suave perfume
nos llega
gracias a los sentidos

La mano pequeña es
suave caricia
que nos envuelve

Viento peregrino
trae tu canto
no te detengas

Las aguas llevan
la barca
hacia el atasco

El ombú añejo
se mueve
al capricho del viento

La araña teje
maravillosa
trama perfecta        

miércoles, 21 de octubre de 2015

LEYENDAS URBANAS

Escritores Creativos Palacio Salvo
                        DE 2 DÍAS
Gustavo Oxehufwud

Tengo dos días de haberme convertido. Ella estaba en la otra punta de la barra. No me había prestado atención aunque yo si la miraba insistentemente tratando de captar la suya.
Le interesaban otros, tenía la mirada fija en un doctor que todos los miércoles gustaba de pasar a beber algo.
Pedí otro whisky y seguí observándola, había algo de extrañeza en el ambiente, como que todo se potenciaba.
La barra en “U” era el cordón que nos conectaba. Tio Jorge del otro lado, con dos estanterías amuradas a su espalda, separadas por la puerta que conduce al depósito, surtidas de alcohol; llamó mi atención con un gesto de que no me convenía seguir buscándola.
Cuando volví a levantar la mirada, luego de atender al lloriqueo de la medida en mi vaso, ya no estaba, ni tampoco el doctor.
Atravesé la puerta de calle casi en estampida, atrás: mi vaso lleno y toda la espera que me había dejado colgado del mundo.
Caminé hacia el costado del bar, donde esperan las bolsas de basura, algún movimiento como en huida imaginé y allí estaba ella, o lo que quedaba de ella.
No está tan fácil la caza para los que recién empiezan, sobre todo cuando es tan cruel la competencia.


LUNES A LAS NUEVE

Escritores Creativos Palacio Salvo
Gustavo Oxehufwud

La mugre infantil tras una caja que contiene paquetes de pastillas para la venta, un par de tetas monumentales que arquean aún más la columna con el peso de los ojos, un conectado vibrando en alguna nube de lo irreal y una colección de rostros anorgásmicos. Todo eso es una esquina con una parada a cuestas.


EL BAÚL DE LOS RECUERDOS


  Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera

María Teresa Escandell

En realidad en el baúl se juntaron muchas cosas, las castañuelas, los anillos de mi madre, la muñeca de trapo, el vestido de quince y tantas cosas que me traen recuerdos de épocas pasadas, tengo la virtud, por decirlo de alguna forma, de guardar sólo lo bueno que disfruté. 
Pero La Cachila fue la que me dio momentos felices que más tengo presentes. La Cachila era muy importante, ya cuando nací estaba en la casa, en ella aprendieron a manejar familiares y amigos, los días de descanso se iba a pasear con ella cada uno de mis tíos, luego se fueron casando e iban con sus parejas y vinieron los hijos más tarde. Mi padre también aprendió y gracias a ella conocí muchos sitios del país, mi mama iba a su lado, mi hermana y yo en el asiento de atrás. 

Tenía cuatro puertas  y tres vidrios de cada lado, uno en cada puerta y  otro más pequeño, atrás llevaba el auxiliar y ese modelo carecía de valija. Con los años fueron cambiándole los colores pero siempre fue muy cuidada. Todos supimos cómo se hacía para cambiar una rueda pues cuando había que hacerlo nos remangábamos y manos a la obra. Cuando había una fiesta y éramos muchos nos acomodábamos  y marchaba con todos, nadie quedaba sin subir. Ese día la poníamos linda con lavado y cera para que brillara. Salíamos orgullosos con ella. 
Al bajar nos alisábamos la ropa para entrar presentables y que no se notara que habíamos viajado como sardina en lata. Cuando vinieron de España compraron un terreno grande, al fondo hicieron una casa precaria y a medida que iban pudiendo fueron comprando las cosas para edificar al frente. En la casa nueva vivían ocho tenía cinco habitaciones cocina y baño, luego una escalera y el altillo  y la salida a la azotea. Para sacar la cachila se iba marcha atrás y pasaba por un corredor ancho cubierto de parra.  El garaje tenía otros usos así que los días que se juntaba mucha gente se ponía la cachila debajo de la parra para ahí armar las mesas y poner los bancos largos, siempre había lugar para los que vinieran.

Mi padre fue quien me enseñó a manejar, no era lo mismo que ir de acompañante me daba mucho miedo estar al volante , pero estaba decidida. Así que empezaron las lecciones y él con su paciencia me fue haciendo perder el miedo. Ya sabía estacionar, andar en el tránsito, poner el señalero para doblar, lo demás sería cuestion de irme largando, a veces salíamos en familia y mi padre me dejaba manejar a mí y yo iba muy tensa con todos que también me decían, viene uno cerca, tené cuidado, ahí no vas a poder estacionar, cuidado que va a cruzar el niño. Cuando llegaba a casa estaba agotada, con los nervios destrozados, me dolía todo el cuerpo.
No era nada fácil, sabía que la intención era buena pero debía sobreponerme y no escucharlos, pero  la vez siguiente era igual, me di cuenta que mi mama le hacía a él lo mismo pero ni caso que le hacìa.
Entonces me dijo que me encontraba muy adelantada y que en unas clases más podía presentarme a la prueba. Así que fuimos al Parque de los Aliados y ahí me ponía a practicar la marcha atrás que me costaba bastante ir derecho, estacionar sin tirar las vallas, frenar y arrancar cuesta arriba para que los nervios no me traicionaran. Cuando llegó el día de la prueba práctica los nervios me estrujaban el estómago, no había dormido en toda la noche, hasta nauseas sentía por momentos, me sentía afiebrada ¿que podía hacer? iba a presentarme de esa forma? El examen era a las doce, me levanté a las seis con una cara que daba lastima, mi padre me miró y no dijo nada.

 Mi madre me llevó al dormitorio y nos pusimos a hablar, me hizo tomar un té de tilo con hojas de lechuga, me mandó a dar un baño y que me acostara, me dormí enseguida.
A las doce estaba dando la prueba y salvé con muy buena nota.


APROXIMACIÓN AL SONETO

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
María Cristina Bossio

Hoy les quiero hablar de Fortunato
mi nuevo gato que es camandulero
a la vez timorato y bandolero
mi bienvenida gato Fortunato.

Gustazo en verlo Don Segundo Gato
pastillas no, para Ud. sólo puchero
debajo de su piel veo que es fiero,
ya viéndolo aquilato su mandato.

Más, ¿porqué será tan extravagante
siendo además un buen pelagato
querrás tú hacer conmigo una alianza?

Ten fé ahora sólo quiero, tunante,
tenerte entre mis brazos un buen rato
sentirte sólo mío es una ordenanza.

El título: Un gato especial


martes, 20 de octubre de 2015

NADA

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera

Al Mar
No hace falta que me quites la mirada.
Dime: ¿dónde está el amor? que volveré a pintar de azul el universo
y solo escribiré en estas hojas rimas y un verso.

Aquella ronda que antes nos abrazaba en forma deliberada
ya no nos da el amor que rompía nuestra calma.
Una enorme nube frente a nosotros se detuvo dando oscuridad,
trato de apartarla, de alejarla solo por vanidad.

No sé si en mi ser algo se detuvo y ya no tengo alma.
Empieza a hacer frío va a volver a llover.
Las primeras gotas lentas golpean contra el pretil
So rompen, se deslizan para un mismo lado.

Sé que hay un pozo profundo y oscuro en el que no quiero caer.
Te tenía en una torre de marfil, hoy no tengo a quién amar.
Ya soy otra vez pájaro sobre el tejado.



lunes, 19 de octubre de 2015

APROXIMACIÓN AL SONETO

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Rosa Cimbler
A MI HERMANA ANA

Hermana querida, mi hermana mayor
pronto estarás a bordo del avión
del mundo tendrás una nueva visión
puedes contar con tu hermana menor.

Abrazarás a tu hijo con amor
recorrerás la tierra de Sión
conocerás de cerca la situación
de quienes luchan por vivir sin temor.

Disfruta tu viaje, hazlo con placer
mereces hacerlo, por set tan tenaz
chance te da la vida de conocer

Irás a otras tierras, serás audaz
fe y optimismo lo debes saber
te harán sentir más fuerte y capaz.


EL MANTEL

De granité blanco, mantel hermoso
hábiles manos maternas bordaron
tu destino, mis ancestros marcaron
digno amigo fiel, luces gozoso

Bellos ramos de color delicioso
en arcos perimetrales se hallaron
en explosión de alegría estallaron
en un ayer, por demás ruidoso

Al descanso, muchas horas robaste
grande mujer, artífice del hogar
cuan firmes lazos estrechar lograste

madre, tu mantel quiero homenajear
mi emoción profunda despertaste
siento que jamás te podré olvidar.


jueves, 15 de octubre de 2015

EL LOCO PAREDES

Escritores Creativos Experimental de Malvín

Las paredes de la casa estaban llenas de recuerdos. Él mismo los pintó allí con trazo tembloroso cuando empezó a perder la memoria


Diego Vidal Santurión

Aquel domingo de otoño, Lorenzo quiso evocar un rostro conocido de mujer joven y el aroma dulce de la madreselva en el verano, pero no pudo.
–Otro recuerdo perdido -lamentó.

Fue entonces que empezó a escribirlo todo.

Al principio se anotaba cosas comunes del día a día. En unas libretas de tapas de cartón escribía direcciones, horarios de medicamentos, actividades pendientes. Con el correr del tiempo, de anotar horarios y números de ómnibus pasó a escribir nombres y fechas, o a dibujarse mapitas para recordar el camino de su casa al almacén y también del almacén a su casa.
Así anduvo con sus libretas a cuestas durante varios meses. Hasta que una tarde de invierno, bajo el reflejo pálido de un sol que se escondía, Lorenzo intentó recordar un viaje a la playa que había hecho con su familia cuando apenas era un chiquilín. Se trataba de un viaje memorable, del que habían surgido mil y una anécdotas de esas que se repiten en cada encuentro familiar. Sin embargo, por más que se esforzó, no pudo recordar con detalle. Tenía presente el viaje y a la mayoría de las personas que lo acompañaron, pero no retenía nada de lo vivido durante el mismo. Recordó sí, que antes, cuando evocaba aquel viaje, siempre se emocionaba. Cosa que ahora, su desmemoria le impedía y  por lo cual sintió una profunda tristeza.

Entonces tomó la decisión de escribir sus recuerdos según le fueran surgiendo, con el claro propósito de preservarlos. Como con las direcciones y los medicamentos, empezó haciéndolo en hojas de cuaderno o en las propias libretas de índices telefónicos que tenía en su casa. Si bien en un principio esta estrategia le pareció adecuada, pronto se dio cuenta de que era poco práctica y además bastante desordenada.

Sucedía que los papeles se perdían o se entreveraban. O a veces, el recuerdo urgía y afloraba repentinamente y al no tener a mano donde apuntarlo, una vez que conseguía lápiz y papel, el recuerdo ya había perdido la frescura y  la fuerza que lo hacían relevante.
Cierta mañana de una primavera más fría que de costumbre, Lorenzo despertó perturbado por el recuerdo de su hermana, la menor, y dispuesto a no dejar escapar ni un ápice de aquella limpia emoción, tomó el primer marcador que encontró en el camino y lo transcribió directamente sobre una de las paredes de la casa.  A partir de entonces escribir en las paredes se le hizo costumbre.

 Al principio fueron recuerdos sueltos, desordenados. En una misma habitación tanto podía leerse la alegría de la primer bicicleta que le dejaron los reyes, como el odio y el miedo que le provocaba su padre llegando borracho en medio de la noche, los gritos de su madre, los gritos de su padre, el llanto de su madre, y su propio llanto ahogado bajo el acolchado en la oscuridad de su cuarto.

 Con el tiempo, en todos los cuartos de la casa se mezclaron los recuerdos de su vida,  rescatados con urgencia a tinta y pincel sobre el voluminoso lienzo de mampostería.
En todos los cuartos menos en el estudio. Allí, Lorenzo había retirado con premeditación los cuadros, las bibliotecas y las estanterías, mientras que los adornos y los libros yacían desparramados en el piso. Es que a las paredes de aquella habitación las había reservado para las mentiras, o por lo menos, para las historias de dudosa  veracidad e imposible constatación.
 Lo cierto es que en las paredes del estudio Lorenzo escribió los recuerdos de sus vivencias ya no como realmente habían sido, sino como a él le hubiese gustado que fueran; o más bien, como se imaginaba que a los demás le despertaría mayor admiración y respeto.
 Así, mientras que los recuerdos de la cocina o el dormitorio eran crueles o alegres añoranzas de risas, humillaciones, dolores o muertes, tan diversos como sinceros, surgidos del repentino revivir de una situación a fuerza de una memoria cansada y maltrecha, pero visceralmente cierta. Lo que se contaba en las paredes del estudio, eran historias destacadas de sucesos siempre poco comunes que lo tenían a él como protagonista. Eran, en síntesis, versiones mejoradas o exageradas, cuando no, puros inventos.

 Es que a diferencia de lo que sucedía en el resto de las habitaciones de la casa, nunca un recuerdo pasaba directamente de la primera añoranza a las paredes del estudio. Antes de eso Lorenzo lo asentaba en un borrador que era a su vez corregido y vuelto a corregir. Una vez que la historia quedaba redonda, cuando ya la había leído y releído una y mil veces, recién entonces pasaba a engalanar las paredes del estudio, con trazo ágil pero seguro.

 Allí, claro está, se describían mayormente sus victorias.  Así, sobre la pared que daba a la avenida, podía uno asistir con detalles de novela erótica a la noche en la que salió con las hermanitas Piñeyro, Laura y Sofía. Dos lindas chicas que de haberse fusionado hubiesen conseguido una belleza de voluptuosidad inigualable. Pues él de alguna forma lo había logrado, lo de la fusión, saliendo y acostándose con las dos a la vez.
 Sobre la pared opuesta, en un plano más naif pero no menos épico, podía leerse el relato de un gol que le había hecho al Sol de Mayo en el partido final jugando para el Cielo Azul, en uno de los últimos campeonatos del barrio. Por supuesto que el partido terminó uno a cero y aquel zurdazo de afuera del área, que atravesó una maraña interminable de piernas y fue a meterse en el único lugar en el que podía para evitar la notable estirada del golero del Sol de mayo, valió la copa del 68 y la impagable alegría de toda la manzana que otra vez salió victoriosa.

 Sin embargo, Lorenzo no tardó en darse cuenta de que la memoria de la casa también era finita. El problema surgió cuando los espacios para escribir se volvieron cada vez más escasos obligándolo a hacer la letra cada vez más pequeña. Ésto le resultó de una incomodidad insoportable. No solo por la dificultad que le implicaba lograr el trazo breve con brochas deshilachadas, sino además porque se le hacía muy difícil leer lo que escribía, y si no podía leerlo no podía rememorarlo.

 Llegó un momento en el que la necesidad de espacio fue tan apremiante que la síntesis llegó a extremos casi obscenos. Sobre el zócalo de la cocina, por ejemplo, podía leerse: "15/09/1986 – Sepelio de mamá. Ni una magnolia, sólo cláveles y dos primos." O contra el marco de una de las puertas del pasillo: "Verano de 1978 – Tus ojos negros y ajenos, otra vez y para siempre..."

 Otro inconveniente surgió cuando las visitas, pocas pero existentes, empezaron a reconocerse en algunas de las historias rememoradas. El primo Miguel por ejemplo, se enteró al bajar la tapa del váter, de que su hermana era la co-protagonista de una serie de relatos de iniciación sexual, que en las paredes de aquel recinto se narraban con lujo de detalles. O el caso de su propio hermano, que al colgar el abrigo en el perchero de la sala supo que desde que se había negado a pasar aquella navidad en la nueva casa de Lorenzo, éste lo consideraba un negro resentido y un cornudo consciente y meritorio.
 Así las cosas, la falta de espacio, la mezcla de recuerdos, y los enojos de parientes y allegados, hicieron que Lorenzo se planteara una nueva revisión, corrección y reestructura de su memoria, y por ende también de sus recuerdos.

Por supuesto que la primera medida tomada fue no recibir nuevas visitas. Pero además, y luego de meditarlo un buen tiempo, Lorenzo se compró un cuaderno, seleccionó las historias que consideró de mayor importancia y las pasó en limpió. Inventó otras que creyó oportuno agregar; las corrigió, las ordenó y le asignó a cada una un lugar en las paredes de la casa. Blanqueó todo con cal y transcribió con esmero los recuerdos ordenados, uno a uno, en el lugar previamente otorgado.
 Al mes, mes y medio, cuando el verano ya alargaba los días, el trabajo estuvo terminado. Las paredes de la casa contaban la historia de sus sesenta y dos años de vida. Su historia. Era la forma en la que quería recordar y ser recordado. Su vida retocada y corregida. Sus recuerdos poblando las paredes de la casa para revivirlos cuando le diera gana…

Todas las habitaciones de la casa contaban ya lo que él quería. No había lugar para más en las paredes y aunque se negara a aceptarlo, tampoco había lugar en su memoria.
Lorenzo nunca más volvió a tocar sus recuerdos. No agregó, ni quitó nada. Sin embargo, se pasaba el día entero sentado en el enorme sillón del living, buceando en las profundidades de una memoria oscura y vacía. Sin saber con precisión lo que buscaba, intuía sí que algo se le perdía.

Cuando anochecía, encendía las lámparas de la casa y recorría sus habitaciones en busca de ese pedazo de recuerdo que se le iba: el viento salado y fétido llegando desde la costa, el aroma tibio de un tazón de leche en la cocina de la abuela, una enredadera color aceituna devorando la casona abandonada, el roce cálido en su antebrazo erizado y el vértigo bajándole hasta el ombligo, la frente enorme y helada de su padre, aquel violento rostro moreno explotando en la exuberancia de unos labios carmesí...
Una y mil veces leyó y releyó una por una todas las habitaciones. Pero sea lo que fuere que buscara, aquello que tanto  anhelaba retener ya no se encontraba plasmado en las paredes de la casa. Inútilmente había intentado resguardarlo entre los muros de su hogar.
 Entonces, la consciencia de haberlo perdido todo le resultó insoportable. De nada sirvieron las historias descritas con maestría pero sustancialmente falsas que adornaban los muros. De ellas no podía sacar más que razones para deslumbrar a las visitas, y hacía años que la casa a nadie recibía.

 Comprendió entonces que el fuego era la única salida. Derramó queroseno por todo el lugar, hizo una pila con su ropa, las fotos y los documentos que aún guardaba. Abrió las hornallas de la cocina, trepó hasta la ventana y dio un salto para caer en el patio trasero. Encendió un fósforo y enseguida toda la caja. La lanzó por la ventana hacia adentro y de inmediato surgió el resplandor. La explosión la escuchó llegando a la reja del fondo; no se dio vuelta. 

A sus espaldas los recuerdos eran devorados por el fuego pero él hacía rato que era un hombre sin memoria, sin testigos y, a partir de aquella noche, sin un lugar fijo a donde ir.